EL COMENTARIO LITERARIO
Localización
Autor
Obra
Género
Movimiento literario
Cronología
Época...
Resumen (Se escribe en forma de oración: sujeto + verbo + complementos)
Tema (Se escribe en forma de Grupo Nominal: nombre abstracto + complementos)
Estructura interna: partes en que se divide el texto
Estructura externa: métrica, capítulos, actos, escenas, epígrafes...
La forma en función del tema
Figuras retóricas
¿Qué figura hay?
¿Dónde está?
¿En qué consiste?
¿Por qué o para qué la emplea el autor?
Rasgos de estilo
¿Qué rasgo de estilo hay?
¿Dónde está?
¿En qué consiste?
¿Por qué o para qué lo emplea el autor?
Conclusión (Recordar algunos de los aspectos comentados más destacados)
Ejemplo de comentario literario
Comentario literario del Soneto XXIII
de Garcilaso de la Vega
En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro
mirar ardiente, honesto,
enciende el
corazón y lo refrena;
y en tanto que
el cabello, que en la vena
del oro se
escogió, con vuelo presto
por el hermoso
cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve,
esparce y desordena;
coged de vuestra
alegre primavera
el dulce fruto
antes que el tiempo airado
cubra de nieve
la hermosa cumbre.
Marchitará la
rosa el tiempo helado,
todo lo mudará
la edad ligera
por no hacer
mudanza en su costumbre.
Se trata del soneto vigésimo tercero de Garcilaso de
la Vega, autor renacentista del siglo XVI, que asimila y aclimata a nuestra
literatura la corriente petrarquista procedente de Italia, en lo que respecta a
la temática amorosa, a los nuevos metros como el endecasílabo y el soneto, así
como a la sencillez y elegancia en la expresión poética.
El
poeta anima a la amada a que aproveche su juventud y belleza, antes que la vejez
la prive de ambas.
El
tema del soneto es, por tanto, la descripción de la belleza efímera de la joven
amada, recreación del tópico literario del “Carpe diem” y, dentro de él, del conocido
como “Collige, virgo, rosas”.
El tono del poema es
admonitorio, ya que advierte a la mujer de su conducta equivocada, pero también
cortés y caballeroso.
En cuanto a la estructura interna, se
pueden distinguir
tres partes: La primera parte, de los versos primero al octavo, esto es, desde
el comienzo hasta “…mueve, esparce y desordena”, sirve al poeta para describir
a la mujer. En esta parte, emplea el presente durativo y reiterativo: “se
muestra”, “enciende”, “refrena”… En la segunda, que va desde “Coged de vuestra
alegre primavera…” hasta “…hermosa cumbre”, es decir, el primer terceto, el
poeta da consejos para que aquélla disfrute los placeres de la vida. En esta
parte, emplea el modo imperativo “Coged”, para llevar a cabo la exhortación a
la joven. Por fin, la tercera y última parte, que comprende el segundo terceto,
esto es, desde “Marchitará…” hasta el final, versos duodécimo al décimo cuarto,
da las razones por las que conviene seguir sus consejos. Para ello, el poeta
recurre al futuro, que sirve aquí como sentencia ineludible: “Marchitará”,
“mudará”.
Con respecto a la estructura externa, la métrica del soneto es la
siguiente: está formado por catorce versos endecasílabos, distribuidos en dos
cuartetos y dos tercetos, cuya rima consonante sigue el esquema ABBA ABBA CDE
DCE.
Dentro del análisis de la forma en
función del tema, lo primero que apreciamos es una anáfora entre las dos
primeras estrofas, ya que comienzan con la expresión temporal “En tanto que…”, de
aspecto durativo, que señala un proceso en su desarrollo, en este caso,
mientras la mujer sea joven y hermosa. Con dicha anáfora, además, el poeta
consigue insistir en la idea de duración, al tiempo que confiere al poema
cierta musicalidad.
Los dos
cuartetos son una descripción física, también denominada prosoprografía, de la
mujer amada, idealizada conforme al prototipo de belleza renacentista. Para
describirla, recurre a una serie de metáforas, como son “de rosa y azucena”,
que aluden al rostro pálido y las mejillas sonrosadas; “clara luz”, que se
identifica con los ojos azules de la joven; el “mirar ardiente, honesto”, esto
es, recatado y amoroso; “el cabello que en la vena / del oro se escogió”, con
respecto a su pelo rubio; así como su cuello “enhiesto”, es decir, esbelto. Pero
el poeta recurre también a la metáfora en los dos tercetos, a saber:
“primavera”, para referirse a la juventud; “nieve”, para evocar el pelo cano y,
por tanto, la vejez o “tiempo airado”; la belleza identificada con la “rosa”…
Dichas
metáforas unas veces son del tipo A de B, como en “de rosa y azucena”, y otras veces
son puras, puesto que sólo mencionan el término figurado y no el real, como en
el caso de “el dulce fruto”. Ahora bien, todas ellas son metáforas relativas a
la Naturaleza, según el gusto de la época a la hora de describir el paradigma
de hermosura femenina.
En el soneto encontramos además diversos
epítetos, es decir, adjetivos que señalan una cualidad inherente al objeto
descrito, que tienen la función de dotar de belleza y plasticidad al poema, ya
que indican cualidades que se perciben a través de diferentes sentidos como,
por ejemplo, “ardiente”, al tacto; “blanco”, a la vista; “dulce”, al gusto;
“hermosa”, a la vista… Al poeta le gusta cargar el poema, en definitiva, de colores,
sabores, texturas, olores… que eran del agrado de la época.
También en esta línea, la de darle musicalidad al soneto, podemos
señalar el empleo del hipérbaton, por ejemplo en los dos primeros versos, al
modificar el orden lógico de los elementos de la frase, así como del
encabalgamiento, tanto suave como abrupto, existente entre los versos primero y
segundo, o noveno y décimo, respectivamente.
Por
otra parte, en el verso octavo el poeta emplea una gradación, cuando dice
“mueve, esparce y desordena”, ya que el movimiento del cabello va
incrementándose en cada verbo de la enumeración ascendente, con el objeto de
enfatizar la fuerza del viento despeinando a la mujer y, por ello, su
arrebatadora belleza.
En
conclusión, como acabamos de comprobar, se trata en efecto de uno de los
sonetos más representativos de Garcilaso de la Vega, que sintetiza las
cualidades físicas del prototipo de la mujer renacentista -rubia, de ojos
claros, tez blanca y mejillas sonrosadas- que, en este caso, representa para él
Isabel Freire, dama a la que amó desesperadamente sin ser correspondido.
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